¿Cuál crees que es el caldo de cultivo que ha provocado la celebración de una Asamblea Diocesana en Salamanca?
Vivimos un momento de gracia en nuestra Iglesia universal, en la Diócesis de Salamanca y para la Vida Consagrada, puesto que el Papa Francisco ha decretado desde el 30 de Noviembre de 2014 al 2 de Febrero de 2016 el Año de la Vida Consagrada. ¡Alegraos! ¿No lo notáis? El Espíritu Santo quiso mover los hilos de la historia con la elección del Papa Francisco y quiere con las múltiples llamadas de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium mover los corazones, volver a Cristo, lanzarnos a ofrecer una respuesta comprometida con nosotros mismos; con nuestras comunidades, con nuestra Diócesis, con la Iglesia y, en definitiva, con el mundo en el que vivimos para volver a la alegría de contemplar, vivir y anunciar a Jesucristo.
“Mirad, voy a hacer algo nuevo, ya está brotando” (Is 43,19). Dios sueña con hacer maravillas en esta gran Diócesis y ha preparado el terreno maravilloso en el corazón de cada cristiano y, en mi caso, como religiosa la semilla de la alegría, el agua de la conversión y la luz del envío misionero. Dios sueña con una Iglesia viva y comprometida. Con estos tres ‘ingredientes’ el Señor se valdrá de nosotros para dar un nuevo impulso espiritual y misionero, un aire fresco a nuestra vida y a nuestra diócesis.
¿Qué esperas de esta Asamblea?
Como miembro de la Comisión Permanente es un gran reto dar cauce a lo que el Señor nos va inspirando a todos. Desde que empecé a respirar el aire de esta llamada a participar en la Asamblea Diocesana, se iba haciendo realidad lo que esperaba: comunión, esperanza y renovación; ilusión por buscar los caminos que nos vaya marcando el Señor; escucha y participación de todo el pueblo de Dios. Espero que toque nuestras entrañas y puestos los ojos en Él hagamos de nuestra vida un signo visible de la alegría y cercanía de Dios que quiere hacer nuevas todas las cosas.
Es el momento de poner la Diócesis “patas arriba”, de poner nuestra vida en el “asador” con una gran carga de humildad y acogida a lo que Dios nos vaya susurrando. Entrar en este proceso de discernimiento evangélico no es fácil, (EG 53) pero juntos alimentándonos de la luz de su Palabra, pidiendo la fuerza del Espíritu y la mirada del discípulo misionero encontraremos las respuestas a las preguntas que son el motor de esta Asamblea: ¿Qué quiere el Señor de la Iglesia de Salamanca? ¿Qué quiere de nosotros? ¿A qué nos llama?
¿Cuál es el mayor riesgo?
Los comienzos suelen ser ilusionantes, motivadores, mas, poco a poco, parece que se acaban las fuerzas y entramos en una fase de desesperanza. Fuera de caer en ese riesgo, alejemos de nosotros la acción del mal espíritu que nos infundirá desánimo, cansancio y pensamientos como “y esto para qué, si va a seguir todo igual” o “tantas fuerzas gastadas para nada” u “otra actividad más”.
Es el momento de dar un portazo al individualismo y aprovechar la oportunidad de crear fraternidad, de crecer en la fe, de pasar del “sobrevivir” a una vida apasionada por Cristo y por el Reino, donde el rostro, la palabra y el gesto de cada uno de nosotros lleven a Cristo y sea el fuego que caliente el corazón de los que están alejados. Si Dios está en medio de nosotros y Él lo quiere ¿A qué hemos de temer?
¿Cómo alentar a la participación?
Una de las frases que resuena en mi interior es “Asamblea eres tú”, sea el que sea el momento en el que te encuentres, si estás cerca o estás lejos, si experimentas el consuelo de la fe o vives palpando el frío de la indiferencia. Da igual, la Asamblea eres tú. Es el momento de ofrecer tus inquietudes, los dones que el Señor te ha dado, de caminar juntos, de cultivar la pedagogía del encuentro, de celebrar unidos, de escucharnos y buscar juntos. En esta Asamblea si no estás tú, si no aportas tu voz, tu ilusión, tus ganas de hacer una Diócesis viva que sigue a su Maestro y Señor, algo falta.
La Asamblea Diocesana es el espacio motivador y sanador, el lugar donde se regenera la propia fe en Jesús Crucificado y Resucitado, donde se comparten las propias preguntas más profundas y las preocupaciones más cotidianas; donde se discierne en profundidad con criterios evangélicos sobre la propia existencia y experiencia, con la finalidad de orientar al bien y a la belleza de nuestra vida (EG 77), de nuestra diócesis y de nuestra ciudad.
Os invito a “dar gratis lo que habéis recibido gratis”, no entierres el bien, lo bueno, lo bello. Cuando uno se olvida de sí mismo comienza a ser atrevido y arriesgarse, a ir mar adentro para salir a las diferentes periferias. Quisiera también invitar a las comunidades religiosas a salir, a hacer nuestra esta Asamblea; a discernir junto a los sacerdotes y laicos los caminos que nos vaya marcando el Señor, aportando lo más genuino de nuestra Consagración y Misión. Gracias por participar, gracias por dar lo mejor de ti. El Señor, tu diócesis cuenta contigo.
